25.1.07

Sobre Heavier than Heaven (Biografía definitiva de Kurt Cobain)


Hay un mito que fue derribado en Heavier than Heaven de Charles E.Cross. La biografía de Kurt Cobain -además de estar traducido al español netamente hispano con su jerga inentendible y populosa-, habla de este músico de una mente bastante torcida, cuya abismal caída por un espiral, desde el Nevermind hasta abril de 1994, no tiene que ver para nada con la influencia de Courney Love. A no ser, creo yo, que ella se hubiese engrupido al autor durante las entrevistas.
Heavier than Heaven la exculpa de todos los males fundados en una nota de Vanity Fair. En agosto de 1992, coincidiendo con el nacimiento de su hija Frances Bean, la revista hizo un perfil de padres drogadictos. Y peor, que Courtney había consumido heroína durante el embarazo.
Ella no tiene la culpa de meterle heroína como se creyó siempre, al final tuvieron una relación muy mala. Fue él quien se perdió solo, quedando solo. Y de verdad muy solo. Solo con la heroína, solo con su escopeta.


Costumbres familiares
Desde los 15 usaba ácido. También marihuana. Y desde 1991, en el tiempo de la grabación del Nevermind empezó con la heroína.

Toda su genealogía tendía al suicidio. Su bisabuelo se trató de suicidar enterrándose un cuchillo en el estómago delante de su familia. Sobrevivió para terminar sus días en un siquiátrico. Eso es sólo un ejemplo de toda la familia de ascendencia Cobain. El hermano de Donald, o sea, el tío de Kurt se sumió en una depresión y se rindió al alcohol. Murió. Como un suicidio premeditado. Por eso, no parece demasiado extraña o ajena la manera cómo el líder de Nirvana haya dejado todo por meterse cada vez más heroína en el cuerpo.

Es así como hay una abrupta diferencia entre oír la voz y la energía de Kurt Cobain en el Bleach (1989) y luego el In Utero (1993). Letras más desgarradas, con una lírica tan peculiar como las cosas que escribía en su diario: su obsesión con malformaciones de hombre y mujer; la voz, ya casi destrozada como las guitarras que hacía pedazos en cada concierto como excusa para no seguir tocando; y por último, su "estómago naseabundo", entre vómitos y brazos inyectados, un camino que topa abruptamente con un final para no seguir viviendo.