Es mi debut entrevesteril en Super 45. Este disco tiene una canción que siempre que la escucho me hace llorar. Es cuático. Con ninguna más me pasa todas las veces. Se llama Nadadora y para escucharla van a tener que verlo en vivo o comprarse el disco porque no sale en el myspace.
No hablamos mucho de esa canción. La escribió imaginándose cómo sería una carta que le mandó un soldado de los de Antuco a su novia. De otras canciones y demases escribí en este link.
Por aquí un extracto.
-El disco está lleno de personajes…
Si uno lo analiza minuciosamente, te dai cuenta de que hay varios hablantes. “Reina Japonesa” es el rollo entretenedor, como de juglar más que el autor. En “Elizabeth Fritzl”, soy como el testigo que ve las noticias. También está el narrador externo en “Nadadora” y “Song for Judas” que tiene que ver más con el Judas de La Última Tentación de Cristo que el que de la Biblia. Es una ficción inventada. Esa canción salió de frases automáticas, casi cantando en la ducha. Hay muchos personajes y varios puntos de vista.
-Pero no te gustan los personajes que se creen el cuento en los ámbitos del teatro y de la música.
-Me da mucha lata que los artistas sean megalómanos para agradar a los pares. Pasa en todos los lugares artísticos. En el ámbito de los teatristas, mientras más rara es la huevá, mejor, porque es para que le guste al loco que tiene la escuela de más allá. ¡Cómo tan ombliguista! Me carga. También pasa en la música de músicos hecha para músicos.
-¿Por ejemplo?
Steve Vai, que usa puras técnicas y solamente lo puede admirar gente que se dedica a lo mismo. Como “Ay, qué bueno el solo. Tienes cero alma, pero qué bueno el solo”. Es una lata, no construye nada. No me sirve. Yo creo que cualquier tipo de expresión es para que sea de los demás y no de uno. Uno hace una canción y ya está, la tiraste. Ya no es tuya.
-Lo mejor es que las canciones identifiquen a alguien...
A una persona normal como uno. Si uno no es nada especial, tampoco. Soy una persona que paga el arriendo, que come, no hay nada del otro mundo. La gente cree que uno es, no sé po, “un artista”. Y yo tengo que ir al banco igual que todos. No soy nada diferente y no me tiro los pelos, ni me pego cabezazos contra la pared.
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